jueves, 30 de junio de 2011

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. BENEDICTO XVI






Estamos en las Primeras Vísperas de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, una fiesta muy querida dentro del catolicismo, sin duda una fiesta que nos habla del Amor de Dios y de su Hijo Jesús, ¿dónde mejor buscar el amor de Dios a los hombres que en el Corazón de Jesús, en su costado traspasado por nosotros? ¿Acaso hay muestra mayor de amor que la de Aquel que da la vida por sus amigos? Por eso hoy queremos en nuestro blog escuchar al Papa Benedicto XVI hablando del Sagrado Corazón de Jesús.

" En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús la Iglesia presenta a nuestra contemplación este misterio, el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y derrama todo su amor sobre la humanidad. Un amor misterioso, que en los textos del Nuevo Testamento se nos revela como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. No se rinde ante la ingratitud, ni siquiera ante el rechazo del pueblo que se ha escogido; más aún, con infinita misericordia envía al mundo a su Hijo unigénito para que cargue sobre sí el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mal y de la muerte, restituya la dignidad de hijos a los seres humanos esclavizados por el pecado. Todo esto a caro precio: el Hijo unigénito del Padre se inmola en la cruz: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Símbolo de este amor que va más allá de la muerte es su costado atravesado por una lanza. A este respecto, un testigo ocular, el apóstol san Juan, afirma: "Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34).
En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios. El evangelista san Juan escribe: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Su Corazón divino llama entonces a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para fiarnos de él y, siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas.


BENEDICTO XVI. Homilia en la Inauguración del Año Sacerdotal en el 150 Aniversario de la Muerte de San Juan Vianney. Basílica de San Pedro de Roma, 19 de junio de 2.009

miércoles, 29 de junio de 2011

BENEDICTO XVI. SESENTA ANIVERSARIO DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL.



Santidad, hoy es un día importante para usted y para todos nosotros, hoy hace sesenta años de su Ordenación Sacerdotal, por eso quiero desde mi humilde blog felicitarle y agradecer a Dios el don de su magisterio y de su misión en la sede petrina y como sacerdote de la iglesia católica. Y le agradezco las palabras que hoy nos ha regalado en su homilia, con las que completo este texto. Gracias Santidad y gracias Dios por el sacerdocio de Benedicto XVI


«Non iam dicam servos, sed amicos» - «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15). Sesenta años después de mi Ordenación sacerdotal, siento todavía resonar en mi interior estas palabras de Jesús, que nuestro gran Arzobispo, el Cardenal Faulhaber, con la voz ya un poco débil pero firme, nos dirigió a los nuevos sacerdotes al final de la ceremonia de Ordenación. Según las normas litúrgicas de aquel tiempo, esta aclamación significaba entonces conferir explícitamente a los nuevos sacerdotes el mandato de perdonar los pecados. «Ya no siervos, sino amigos»: yo sabía y sentía que, en ese momento, esta no era sólo una palabra «ceremonial», y era también algo más que una cita de la Sagrada Escritura. Era bien consciente: en este momento, Él mismo, el Señor, me la dice a mí de manera totalmente personal. En el Bautismo y la Confirmación, Él ya nos había atraído hacia sí, nos había acogido en la familia de Dios. Pero lo que sucedía en aquel momento era todavía algo más. Él me llama amigo. Me acoge en el círculo de aquellos a los que se había dirigido en el Cenáculo. En el grupo de los que Él conoce de modo particular y que, así, llegan a conocerle de manera particular. Me otorga la facultad, que casi da miedo, de hacer aquello que sólo Él, el Hijo de Dios, puede decir y hacer legítimamente: Yo te perdono tus pecados. Él quiere que yo – por mandato suyo – pronuncie con su «Yo» unas palabras que no son únicamente palabras, sino acción que produce un cambio en lo más profundo del ser. Sé que tras estas palabras está su Pasión por nuestra causa y por nosotros. Sé que el perdón tiene su precio: en su Pasión, Él ha descendido hasta el fondo oscuro y sucio de nuestro pecado. Ha bajado hasta la noche de nuestra culpa que, sólo así, puede ser transformada. Y, mediante el mandato de perdonar, me permite asomarme al abismo del hombre y a la grandeza de su padecer por nosotros los hombres, que me deja intuir la magnitud de su amor. Él se fía de mí: «Ya no siervos, sino amigos». Me confía las palabras de la Consagración en la Eucaristía. Me considera capaz de anunciar su Palabra, de explicarla rectamente y de llevarla a los hombres de hoy. Él se abandona a mí. «Ya no sois siervos, sino amigos»: esta es una afirmación que produce una gran alegría interior y que, al mismo tiempo, por su grandeza, puede hacernos estremecer a través de las décadas, con tantas experiencias de nuestra propia debilidad y de su inagotable bondad.


BENEDICTO XVI. Homilia durante la Santa Misa de imposición del Palio a los nuevos

Metropolitanos 29 de Junio de 2.011. Festividad de San Pedro y San Pablo


lunes, 27 de junio de 2011

LA EUCARISTÍA







la Eucaristía, para la fe, es un misterio de intimidad. El Señor instituyó el sacramento en el Cenáculo, rodeado por su nueva familia, por los doce Apóstoles, prefiguración y anticipación de la Iglesia de todos los tiempos. Por eso, en la liturgia de la Iglesia antigua, la distribución de la santa comunión se introducía con las palabras: Sancta sanctis, el don santo está destinado a quienes han sido santificados. De este modo, se respondía a la exhortación de san Pablo a los Corintios: "Examínese, pues, cada cual, y coma así este pan y beba de este cáliz" (1 Co 11, 28). Sin embargo, partiendo de esta intimidad, que es don personalísimo del Señor, la fuerza del sacramento de la Eucaristía va más allá de las paredes de nuestras iglesias. En este sacramento el Señor está siempre en camino hacia el mundo. Este aspecto universal de la presencia eucarística se aprecia en la procesión de nuestra fiesta. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por los calles de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida diaria, a su bondad.


Que nuestras calles sean calles de Jesús. Que nuestras casas sean casas para él y con él. Que nuestra vida de cada día esté impregnada de su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una gran bendición pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. Que su bendición descienda sobre todos nosotros.


BENEDICTO XVI. Homilia en la Eucaristía del Día del Corpus, Basílica de San Juan de Letran,

Jueves, 26 de mayo de 2.005

sábado, 25 de junio de 2011

ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI CON MOTIVO DEL 60º ANIVERSARIO DE SU ORDENACIÓN SACERDOTAL

El próximo día 29 de junio de este año, la iglesia tiene el gozo de celebrar el 60ª Aniversario de la Ordenación de Josep Ratzinger, acutal Beneidicto XVI. Por eso hoy queremos comenzar a celebrar este importante acontecimiento para los fieles subiendo a nuestro blog esta oración compuesta por el propio Papa.
Señor,
te damos gracias
porque has abierto tu corazón para nosotros;
porque en tu muerte y en tu resurrección
te has convertido en fuente de vida.
Has que seamos personas vivientes,
vivientes de tu fuente,
y dónanos el poder ser nosotros también fuentes,
capaces de donar a este nuestro tiempo
agua de vida.




Te damos gracias
por la gracia del ministerio sacerdotal.
Señor, bendícenos
y bendice a todos los hombres de este tiempo
que están sedientos y en la búsqueda

Amén.

Benedictus PP XVI

1951 – 29 junio – 2011
60° de Ordenacion sacerdotal

jueves, 23 de junio de 2011

ORACIÓN INICIAL




Foto realizada por Miguel Angel Romano Garrido en la Procesión del Corpus de Sevilla del año 2.010




Señor Jesucristo


camino, verdad y vida,


rostro humano de Dios


y rostro divino del hombre,


enciende en nuestros corazones


el amor al Padre que está en el cielo


y la alegría de ser cristianos.




Danos siempre el fuego


de tu Santo Espíritu,


que ilumine nuestras mentes


y despierte entre nosotros


el deseo de contemplarte,


el amor a los hermanos,


sobre todo a los afligidos,


y el ardor por anunciarte.




Discípulos y misioneros tuyos,


queremos remar mar adentro,


para que nuestros pueblos


tengan en ti vida abundante,


y con solidaridad construyan


la fraternidad y la paz.




Señor Jesús, ¡ven y envíanos!


María, Madre de la Iglesia,


ruega por nosotros.


BENEDICTO XVI. Papa.