domingo, 14 de agosto de 2011

15 DE AGOSTO. LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN CUERPO Y ALMA A LOS CIELOS






Estamos en la noche del 15 de agosto, la noche de la Asunción de la Virgen María al cielo. La noche más hermosa del verano pues es la noche que muchos pueblos y ciudades dedican a honrar a María. En esta noche queremos comenzar a ofrecer un pequeño homanaje a la Reina del cielo, a la Madre del Señor y lo hacemos de la mano del Beato Juan Pablo II, un gran amante de María, el papa de María. He quedido como meditación en esta noche coger algunos fragmentos de su discurso de Angelus, de este día del año 2.000.






Hoy la Iglesia está de fiesta, porque celebra la gloriosa Asunción al cielo de María santísima. Desde siempre el pueblo de Dios, guiado por la Revelación, cree que la Madre de Cristo fue asociada a la victoria de su Hijo sobre la muerte y la venera llevada en cuerpo y alma a la gloria.
María, elegida por Dios como sede purísima para "habitar" en medio de los hombres, al concluir su existencia terrena, fue acogida inmediatamente en el cielo. Por eso, la comunidad cristiana, con un célebre himno, canta alegre sus alabanzas y la invoca así: "Dios te salve, poderoso apoyo de nuestra fe. Dios te salve, estandarte esplendoroso de gracia... Dios te salve, llave del reino de Cristo. Dios te salve, esperanza de eternos tesoros... Dios te salve, por ti exultan los cielos, juntamente con la tierra. Dios te salve, por ti exulta la tierra juntamente con los cielos" (Akáthistos).

La fiesta de la Asunción, celebrada por doquier con diversas expresiones populares, cae a mitad del mes de agosto, tiempo de vacaciones de verano. Exhorto a todos, y en particular a los que se encuentran de vacaciones, a redescubrir el sentido cristiano de esta fiesta, participando en la celebración eucarística y orando con devoción a nuestra Madre celestial.

La Asunción de la Virgen nos recuerda que nuestra verdadera patria es el cielo y ella nos brinda su ayuda materna para prepararnos al encuentro definitivo con Cristo, al final de nuestra peregrinación por la tierra.

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